viernes, julio 06, 2007

Nothing else Matters
Metallica

So close, no matter how far
Couldn't be much more from the heart
Forever trusting who we are
and nothing else matters.

Never opened myself this way
Life is ours, we live it our way
All these words I don't just say
and nothing else matters.

Trust I seek and I find in you
Every day for us something new
Open mind for a different view
and nothing else matters.

never cared for what they do
never cared for what they know
but I know.

So close, no matter how far
Couldn't be much more from the heart
Forever trusting who we are
and nothing else matters.

never cared for what they do
never cared for what they know
but I know.

Never opened myself this way
Life is ours, we live it our way
All these words I don't just say.

Trust I seek and I find in you
Every day for us, something new
Open mind for a different view
and nothing else matters.

never cared for what they say
never cared for games they play
never cared for what they do
never cared for what they know
and I know.

So close, no matter how far
Couldn't be much more from the heart
Forever trusting who we are
No, nothing else matters.


PS: Algo que todos deberíamos saber...

miércoles, diciembre 13, 2006

Gabriel Celaya
(Rafael Múgica, poeta español, 1911-1991)





LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

La Tierra Baldía/ T. S. Eliot


Traducción de Sara J. Linar
LA TIERRA BALDÍA
/canción.
[1]

"Nam Sibyllam quidem Cumis ego ipse oculis meis vidi
in ampulla pendere, et cum illi pueri dicerent: Σιβυλλα
τι θελεις; respondebat illa: αποθανειν θελω."
For Ezra Pound
il miglior fabbro.

I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS


Abril es el más cruel de los meses, (breeding)
Lilas que surgen de la tierra muerta, (mixing)
memoria y deseo, (stirring)
Dull roots with spring rain.
El invierno nos mantuvo calientes, cubriendo
la tierra en una descuidada nieve, alimentando
una pequeña vida con adustos tubérculos.
Nos sorprendió el verano, aproximándose sobre el Stambergersee
Con una brisa de lluvia; nos detuvimos en la columnata
Y al continuar la luz del sol, nos adentramos en el Hofgarten,
Y tomamos café y (hablamos por una hora).
Bin gar keine Russin, stamm' aus Litauen, echt deutsch.
Y cuando éramos niños, quedándonos en casa del archiduque,
Mi primo, me sacó en trineo,
Y me sentí asustado. Él dijo: Marie,
Marie, sujétate fuerte. Y nos deslizamos cuesta abajo.
En las montañas, allá nos sentimos libres.
Leo, la mayor parte de la noche y voy al sur en el invierno.

Qué son las raíces que se aferran, qué ramas brotan.
De esta pedregosa basura? Hijo de hombre,
Tú no puedes decirlo, ni adivinarlo, (for you known only)
Un montón de imágenes rotas, donde el sol golpea,
Y el árbol muerto no da refugio, el grillo ningún alivio,
Y de la piedra estéril ningún sonido de agua. Solamente
Hay sombra bajo esta roca roja.
(Ven a la sombra de esta roca roja),
Y te mostraré diferentes algunas cosas
Tu sombra que va marchando en la mañana detrás de ti
0 tu sombra en el ocaso irguiéndose para encontrarte;
Voy a mostrarte el miedo en un puñado de polvo.
Frisch weht der Wind
Der Heimat zu
Mein lrisch Kind,
Wo weilest du?
“Me diste los primeros jacintos un año atrás;
“Me llamaban la niña de los jacintos.”
- Aún cuando volvimos, tarde, del jardín de los jacintos,
Tus brazos cargados, y tu cabello húmedo, no pude
Hablar, y se apagaron mis ojos, no estaba
Vivo ni muerto, y no sabía nada,
Buscando una luz dentro del corazón, el silencio.
Oed' und leer das Meer.

Madame Sosostris, famosa clarividente,
Pescó un resfriado, sin embargo
Es conocida como la mujer más sabia de Europa
Con un vicioso mazo de naipes. Aquí, dijo ella,
Está su carta, el drowned Phoenician Sailor,
(Estas perlas fueron sus ojos. ¡Fíjese!)
Aquí está Belladonna, la Dama de las Rocas,
La dama de las circunstancias.
Aquí está el hombre de los tres bastos, y aquí la Rueda,
Y aquí está el mercader tuerto, y esta carta
que está en blanco, es algo que cargas a cuestas,
que tengo prohibido ver. No puedo encontrar
The Hanged Man. Tema la muerte por agua.
Veo una multitud de personas, caminando en torno a un círculo.
Gracias. Si ve usted a la querida señora Equitone,
Dígale que yo misma le llevaré el horóscopo:
Hay que ser tan precavida en estos días.

Ciudad irreal,
Bajo la sombría niebla del alba bajó el invierno,
Una multitud fluyó por el Puente de Londres, demasiados,
No pensaba que la muerte hubiera deshecho a tantos.
Suspiros, cortos e infrecuentes, fueron exhalados,
Y cada hombre fijó sus ojos delante de sus pies.
Cuesta arriba, luego calle King William abajo,
Hacia donde Saint Mary Woolnoth guardó las horas
Con un sonido muerto al impacto de las nueve.
Allí vi a uno que conocía, y lo detuve, gritándole: "iStetson!
"Tú, que estabas conmigo en los barcos de Mylae!
"Aquel cadáver que plantaste en tu jardín el año pasado,
"Ha comenzado a surgir? Will it bloom this year?
"O la repentina escarcha perturba su cama?
"Oh, mantén al perro lejos de aquí, that's friend to men,
O con sus uñas he'll dig it up again!
"You! hypocrite lecteur! -mon semblable- mon frère!"


[1] La traducción mantiene versos en inglés por criterio del traductor. De ahí que se agrega el término “canción”. Sin embargo, el texto es íntegramente traducido y mantenido del original.
(2) Este trabajo aún está en proceso de traducción y revisión.

jueves, abril 20, 2006

para cuando estés


A la Orilla de la Chimenea
Texto de Joaquín Sabina

Puedo ponerme cursi y decir
que tus labios me saben igual que los labios
que beso en mis sueños,
puedo ponerme triste y decir
que me basta con ser tu enemigo,
tu todo,tu esclavo, tu fiebre, tu dueño.
Y si quieres también
puedo ser tu estación y tu tren,
tu mal y tu bien,
tu pan y tu vino,
tu pecado, tu dios, tu asesino...

o tal vez esa sombra
que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea
a esperar que suba la marea.

Puedo ponerme humilde y decir
que no soy el mejor
que me falta valor para atarte a mi cama,
puedo ponerme digno y decir:
"toma mi dirección cuando te hartes de amores
baratos de un rato... me llamas".
Y si quieres también
puedo ser tu trapecio y tu red,
tu adiós y tu ven,
tu manta y tu frío,
tu resaca, tu lunes, tu hastío...
o tal vez ese viento
que te arranca del aburrimiento
y te deja abrazada a una duda,
en mitad de la calle y desnuda
y si quieres también
puedo ser tu abogado y tu juez,
tu miedo y tu fe,
tu noche y tu día,
tu rencor, tu por qué, tu agonía...

o tal vez esa sombra
que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea
a esperar que suba la marea.

Uno de los Grandes



Apología de los ociosos
Robert Louis Stevenson

Traducción de Sara J. Linar




JUSTO ahora en estos tiempos, en los que todo el mundo se ve obligado, bajo pena de lesa respetabilidad, a entrar en alguna profesión lucrativa, y a trabajar en ella casi con entusiasmo; levantar la voz en favor del partido opuesto, el de aquellos que se contentan con tener lo suficiente para vivir y gustan mirar y gozar mientras tanto, pude parecer una pura ostentación o fanfarronería. Y sin embargo, no debería ser así. Lo que suele llamarse ociosidad, y que no consiste en no hacer nada, sino en hacer muchas de las cosas que no son aceptadas en los formularios dogmáticos de la clase dominante, tiene tanto derecho de afianzar su posición como la laboriosidad. Es algo admitido que la presencia de personas que se niegan a participar en el gran equipo de las carreras premiadas con seis peniques, supone inmediatamente un insulto y una decepción para quienes sí lo hacen. Un buen compañero (como tantos que se ven) toma su determinación, apuesta por los seis peniques, y como se dice en buen americano “va por ellos”. Y mientras tanto el tipo avanza trabajosamente calle arriba, no es difícil comprender su resentimiento, cuando observa a un gran número de personas que tranquilamente se hallan tendidas a la orilla del camino, con un pañuelo sobre las orejas y un vaso al alcance de la mano.
Alejandro se sintió herido en lo más hondo por la indiferencia que le prestó Diógenes . ¿Dónde quedaba la gloria de aquellos bárbaros que al penetrar violentamente al Senado, encontraron a los Padres de la Patria silenciosos e indolentes ante su éxito? Doloroso resulta haber trabajado duramente y haber escalado arduas cimas para encontrarse con la humanidad indiferente ante el esfuerzo realizado. De ahí que los físicos condenen a los no físicos; que los grandes financieros toleren superficialmente a los que tienen escasos fondos; que los literatos desprecien a los iletrados; y que las gentes que trabajan por alguna meta se unan entre sí para menospreciar a quienes no tienen ninguna.

Robert Louis Stevenson: Apología de los Ociosos II

Pero aunque esta sea una de las dificultades del tema, no es la mayor. No se mete a nadie en prisión por hablar en contra de la industria, aunque sí es posible que sea enviado a Coventry por hablar como un loco. La mayor dificultad que presentan estos temas es su tratamiento; conviene por tanto que por favor recuerden que esto es una apología. Cierto es que mucho puede ser juiciosamente argumentado en favor de la diligencia, pero una sola cosa hay que decir en contra de ella, y es lo que en esta ocasión, voy a decir. Declarar una opinión no significa necesariamente mostrarse sordo a las otras, y porque un hombre haya escrito un libro de viajes en Montenegro, nada quita esto para que también haya estado en Richmond.
Seguramente está más allá de toda duda que la gente suele estar bastante ociosa en su juventud. Y aunque de vez en cuando nos topemos por ahí con algún Señor Macaulay que logra pasar por todos los honores escolares sin necesidad de su ingenio, la mayor parte de los muchachos pagan caras sus medallas porque después nunca lograrán tener un tiro de suerte y empiezan su vida en la bancarrota. Y otro tanto sucede durante el tiempo en que un joven está educándose, o soportando que otros lo eduquen. Debió ser sin duda un viejo señor muy tonto quien en Oxford se dirigió a Johnson con estas palabras: “Jovencito, aplíquese diligentemente ahora a sus libros, y adquiera un buen capital de conocimientos, ya que cuando los años le encuentren, encontrará que estudiar los libros es una tarea bastante aburrida.” El viejo caballero parece ser inconsciente de que existen otras cosas, aparte de los libros, que se ponen tediosas, y muchas se vuelven imposibles, cuando los hombres llegan a una edad en que tienen que conformarse con usar anteojos y andar con un bastón. Los libros resultan buenos a su manera, pero no por ello dejan de ser un pálido sustituto de la vida. Triste es sentarse, como la señora de Shalott, con la cara vuelta hacia el espejo, y dando la espalda al bullicio y al encanto de la realidad. Y cuando un hombre lee con exceso, como la vieja anécdota nos recuerda le queda muy poco tiempo para pensar.
Si volvieran la vista atrás en su propia educación, estoy seguro de que no serán las vívidas, plenas e instructivas horas de travesuras las que lamentan, sino más bien los insulsos y desgraciados momentos, entre sueño y sueño, en medio de las clases. Por mi parte, puedo decir que no fueron pocas las clases a las que asistí en mi época, todavía recuerdo que el girar del trompo es un caso de Estabilidad Cinética. También recuerdo que la enfiteusis no es una enfermedad, ni el estilicio un crimen. Pero aunque no renuncio a esta parte de la ciencia, tampoco las sitúo al mismo nivel que las cosas sueltas que aprendí en la calle mientras jugaba a ausentarme de clases. No es el momento de extenderse sobre este potente lugar educativo, que fue la escuela favorita de Dickens y Balzac, y que cada año entrega tantos inmemorables maestros en la Ciencia de los Aspectos de la Vida. Bastará decir esto: si un niño no aprende en las calles es porque no tiene ninguna facultad de aprendizaje. No es necesario vagar siempre en las calles, porque si él prefiere, puede ir al campo atravesando los barrios residenciales. O puede lanzarse bajo unos matorrales o sentarse al lado de unas lilas, y fumar pipa tras pipa, al son del agua que pasa entre las piedras. Un ave cantará en la espesura. Y ahí él puede caer en una rama amable del pensamiento y considerar las cosas desde una nueva perspectiva. Entonces, si esto no es educación ¿qué es? Podemos imaginar al Sr.Worldly Wiseman acercándose al joven y manteniendo con él la siguiente conversación:
—Hola jovencito ¿qué haces tú aquí?
—A decir verdad, señor, tomo mi descanso.
—¿Y no es acaso ésta tu hora de clase? no deberías aplicarte a tus libros con diligencia, para al final obtener útiles conocimientos?
—Si me lo permite, así también aprendo
—¡Aprender! ¿Qué y de qué manera? ¿Acaso matemáticas?
—No, puede estar seguro.
—¿Metafísica, pues?
—Tampoco
—¿Es algún lenguaje?
—No, tampoco es lenguaje.
—¿Es de comercio?
—No tampoco es de comercio.
—¿Entonces, qué cosa es?
—“En realidad, señor, como luego va a llegar mi tiempo de peregrinación, deseo saber qué es lo que hacen las personas generalmente en mi caso, y donde están los peores abismos y espesuras del camino; así como también, las cosas que de más utilidad me serán para andarlo. Además, me siento aquí, al lado de este arroyo, para aprender a raíz del corazón una lección que mi maestro llama Paz o Contento”.

Robert Louis Stevenson: Apología de los Ociosos III

Para esos momentos el Sr. Worldly Wiseman estaría mucho más conmovido por la ira, y sacudiendo su bastón de un modo amenazador, le grita a este sabiondo: “¡Aprender así! ¡Si por mi fuera todos estos pícaros recibirían unos buenos azotes del verdugo!”.
Y así él seguiría su camino, agitando su almidonado pañuelo con el crujido que hacen los pavos cuando se ahuecan las plumas.
Ahora ésta, la del Sr. Wiseman, es la opinión común. Un hecho, por ejemplo, nunca es considerado hecho, sino mero chisme, cuando entra en una de las categorías establecidas. Una pregunta debe estar orientada en un sentido aceptado; de no ser así, no se las considera investigación, sino holgazanería; y el taller estará bien para usted. Se supone que todo el conocimiento está en el fondo de un pozo o al final de un telescopio. Sainte Beuve, consideró al hacerse viejo, que toda la experiencia estaba en un solo y gran libro, para estudiar algunos años antes de partir de aquí; y le daba la misma importancia que empezara por el capítulo XX, dedicado al cálculo diferencial, como al XXXIX, que trababa sobre oír una banda de música en el parque. En realidad, cualquier persona inteligente, teniendo bien abiertos los ojos y bien atentos los oídos, con una sonrisa en la cara todo el tiempo, conseguirá una mejor educación que cuantos pasan su vida en heroicas vigilias. Hay ciertamente un frío y árido conocimiento propios de las cimas de la ciencia más laboriosa y formal; pero es tomándose la molestia de mirar en torno a uno mismo como se adquiere conocimiento de los cálidos y palpitantes hechos de la vida. Mientras otros llenan sus memorias de añejas palabras, de las cuales olvidarán la mitad antes de una semana, nuestro ocioso joven puede aprender artes verdaderamente útiles: como tocar el violín, apreciar un buen cigarrillo, o aprender a hablar con facilidad y propiedad a toda clase de gente. Muchos de los que se han “aplicado a los libros con diligencia” y saben todo lo que se debe sobre una determinada rama de la sabiduría aceptada, terminan sus estudios con un aire de búho viejo, y se muestran secos, rancios, y dispépticos en los aspectos más agradables y brillantes de la vida. Muchos de ellos hacen una gran fortuna, sin por ello dejar de ser vulgares y estúpidamente patéticos hasta el fin de sus días. Y entre tanto, el ocioso, que empezó su vida al mismo tiempo que la de ellos, hace, si ustedes me permiten, un cuadro distinto. Ha tenido tiempo para cuidar su salud y su intelecto, ha pasado un largo tiempo al aire libre, que es de las cosas más saludables para el cuerpo y el espíritu; y aún sin haber leído lo más oscuro y recóndito del gran Libro, ha podido repasarlo con excelentes resultados. ¿Podría, acaso, el estudiante permitirse entregar unas pocas raíces hebreas, y el hombre de negocios entregar algunas de sus medias coronas, por una parte del conocimiento del ocioso, de la libertad y del Arte de la Vida? No, y eso que el ocioso tiene otras cualidades incluso más importantes que éstas. Quiero decir su sabiduría. Él que tanto ha observado la infantil satisfacción que otras gentes encuentran en sus aficiones, contempla las suyas con indulgente ironía. Difícilmente podrá escucharse su voz en el coro de los dogmáticos. Y mostrará siempre una gran comprensión hacia toda clase de gente y de opiniones. Y del mismo modo que no habrá para él verdades absolutas, tampoco llegará a identificarse con evidentes falsedades. Su camino lo conduce por una vía alternativa, no muy frecuentada, pero llana y placentera, la que se llama como la vereda de lo trivial, y que conduce al Belvedere del Sentido Común. Desde allí, él dominará, si no un noble, al menos agradable paisaje; y mientras otros contemplan el Este y el Oeste, el Demonio y el Amanecer, él estará felizmente conciente de un tipo de luz matutina que alumbrará todas las cosas sublunares, mientras un ejército de sombras que se desplazan rápidamente y en todas direcciones de adentran en la luz del día de la eternidad. Las sombras y las generaciones, los agudos doctores y las quejumbrosas guerras, se hunden finalmente en el silencio y el vacío; pero por debajo de todo esto un hombre puede ver, desde las ventanas del Belvedere, un paisaje verde y pacifico; muchos salones alumbrados por la luz del fuego, las risas de gentes buenas, que beben, y hacen el amor como se hacía antes del Diluvio o la Revolución Francesa; y al viejo pastor que dice su cuento bajo el espino.
La ACTIVIDAD extrema, mostrada tanto en el colegio como en la universidad, en la iglesia como en el mercado, es siempre un síntoma de deficiente vitalidad; mientras que la capacidad de dedicarse al ocio implica un apetito católico y un fuerte sentido de la identidad personal. Hay una gran cantidad de muertos vivos y cortos de vista que deambulan, escasamente concientes de estar vivos excepto cuando llevan a cabo una ocupación convencional. Lleve a estos compañeros al campo, o súbalos en un barco y verá cómo luego extrañan su escritorio o sus estudios. Carecen por completo de curiosidad; no pueden abandonarse a la arbitrariedad; no extraen el más mínimo placer del ejercicio de sus facultades; y al menos que la Necesidad venga a exhortarlos, se quedarán quietos y en silencio. No tiene sentido hablarle a esta gente: Ellos NO PUEDEN estar ociosos, su naturaleza no es lo bastante generosa, y pasan horas en una especie de estado de coma, cuando no se preocupan de mover con furia su máquina de hacer dinero. Cuando no están obligados a ir a la oficina, cuando no tienen hambre ni ganas de beber, el mundo que respira a su alrededor se les aparece como una foto postal. Si tienen que esperar más de una hora un tren, caen en una especie de lapso de estupidez sin siquiera cerrar los ojos. Viéndolos podría pensarse que no hay en el mundo nada que ver, ni nadie con quien hablar; se creería que están paralizados o enajenados; y, sin embargo, son personas que trabajan duro en su propio oficio, y tienen buen ojo para descubrir una falta en una escritura o un cambio en la bolsa. Han estado todo el tiempo en el colegio o en la universidad, pero sin quitar la vista de las medallas; se han paseado por el mundo y tratado con gente inteligente, pero no han dejado de pensar ni un segundo en sus propios negocios. Como si el alma humana no fuera de por sí suficientemente pequeña, han disminuido y han estrechado aún más las suyas, mediante una vida dedicada al trabajo y carente de juego; hasta que han llegado a los cuarenta, y ahí los tenemos, faltos de toda atención concreta, con la cabeza vacía de toda diversión, y ni un solo pensamiento que poder rozar con otro, mientras esperan la llegada del tren. Cuando aún andaban con pantalones cortos, tal vez se hubieran dedicado a encaramarse por los vagones; y, a los veinte, tal vez hubieran decidido matar el tiempo persiguiendo a las chicas, ahora, si la pipa llega a apagárseles, y la caja de rapé se les agota, se quedarán tiesos, sentados en el banco del andén, con ojos lastimeros. Semejante forma de Éxito en la Vida no tiene para mí el mayor interés.

Robert Louis Stevenson: Apología de los Ociosos IV


Pero no es solo la propia persona la que sufre los efectos de esta laboriosidad, sino también su mujer y sus hijos, sus amigos y sus conocidos, y la misma gente que se sienta a su lado en el ferrocarril o en el autobús. La perpetua lealtad a lo que un hombre llama su ocupación solo puede sostenerse en el perpetuo abandono de otras cosas. Y no hay nada cierto en que el trabajo de un individuo sea lo más importante que tiene que hacer. Desde una perspectiva imparcial resulta evidente que los papeles más sabidos, como virtuosos y benéficos, que se representan en el Teatro de la Vida, están cubiertos por actores gratuitos, y aparecen ante el mundo en general como grandes períodos de ocio. Ya que en aquel Teatro no solo están los señores que pasean, cantando a las camareras, y los diligentes violinistas de la orquesta, sino también aquellos que se dedican a observar y entregan sus aplausos desde las graderías, todos ellos cumplen un importante papel en el resultado final. Dependemos, sin duda, de los abogados y agentes de bolsa que nos aconsejan, de los conductores y guardavías que nos transportan de un lugar a otro, y de los policías que andan en las calles cuidando de nuestra protección ¿Pero demostramos el más leve sentimiento de gratitud hacia aquellos otros benefactores que nos ayudan a sonreír al tropezarnos con ellos en el camino o a quienes sazonan nuestras comidas con su grata compañía? El Coronel Newcome ayudaba a perder el dinero de sus amigos; Fred Bayham tenía la horrible costumbre de pedir las camisas prestadas; y, con todo, era preferible caer entre ellos que en compañía del Sr. Barnes. Tampoco Falstaff era una persona a quien se le podría considerar como sobria u honesta, pero sin embargo, conozco a uno o dos caras largas con cuya pérdida el mundo aún saldría ganando. Cuenta Hazlitt que se sintió siempre más obligado para con Northcote, quien nunca le había prestado algo que verdaderamente pudiera llamarse un servicio, que con cualquiera de los ostentosos amigos que componían su círculo; ya que pensaba que un buen compañero era el mejor benefactor que puede hallarse.
Sé que hay gente en el mundo que no puede considerarse agradecida con un favor a no ser que sea hecho con dolor y dificultad. Pero esto es una muestra de grosería. Puede haber alguien que nos envíe una carta de seis carillas llenas de divertidos chismes, o un artículo que nos haga pasar por la más provechosa media hora de nuestra vida. ¿Dejará acaso ser grande este servicio por no estar la carta y el artículo escritos con sangre, como ocurre en los pactos con el demonio? ¿Se imaginan ustedes que nos mostraríamos más considerados con nuestro corresponsal, en el caso que hubiera estado éste maldiciéndonos todo el tiempo por nuestra falta de oportunidad? Las cosas que se hacen por gusto suelen ser más beneficiosas que las que se hacen por obligación, porque, al igual que ocurre con la piedad, cuando no es cosa enfermiza, resulta dos veces bendita. Siempre debe haber dos para que exista un beso, pero una buena broma puede alcanzar a muchos; pero donde quiera que haya algo de sacrificio, o el favor se concede con dolor, la gente verdaderamente generosa no puede dejar de recibirlo sin cierta confusión. No hay ningún deber que sea tan subestimado como el de ser feliz. Siendo felices sembramos anónimamente beneficios por el mundo, que permanecen ocultos hasta para nosotros, y que cuando son descubiertos no sorprenden a nadie tanto como a nosotros mismos. El otro día un muchacho andrajoso y con los pies descalzos iba recorriendo la calle con un tejo de mármol, con tal cara de felicidad, que todo el mundo al verlo se sentía contagiado de buen humor; uno de los comensales, que se vio libre de los más negros pesares al contemplar su contagiosa alegría, paró al joven y le dio algún dinero, con la siguiente observación: “Ya ves lo que a veces ocurre con solo parecer contento”. Si primero el joven solo se había sentido contento, ahora estaba confundido. Por mi parte, no puedo dejar de aplaudir esta forma de alentar los niños a la alegría, en vez de al llanto; no deseo pagar por ver otras lágrimas que las que vea en el teatro; pero estoy dispuesto a hacer lo que esté en mis manos por hacer lo contrario. Un hombre o una mujer feliz producen más dicha que el hallazgo de un billete de cinco libras. Ese hombre y esa mujer se convierten en un foco de irradiación de buenos sentimientos. Y su entrada en un cuarto es como si otra vela hubiera sido encendida. No importa si son capaces de mostrar la proposición cuarenta y siete; hacen más que eso, ya que demuestran en la práctica el gran Teorema de la capacidad de vivir que da la Vida.
Por consiguiente si una persona no puede ser feliz más que siendo ociosa, así deberá quedarse. Se trata de un precepto revolucionario, pero debido al hambre y a los campos de trabajo, sin grandes posibilidades de propagación por más que en la práctica se trate de una de las verdades más incuestionables del Corpus entero de la Moralidad. Contemplen por un momento a uno de sus compañeros laboriosos, despide prisas y digestiones mal hechas; pone a rentar una gran cantidad de actividad, y recibe como beneficio una buena cantidad de stress. En cualquier caso: o vive retirado del mundo y de toda compañía, como un recluso cualquiera en su buhardilla, con zapatillas de levantarse y cargado con un pesado tintero; o bien, se mezcla entre la gente, rápida y amargamente, con los nervios contraídos, para descargar con ellos su mal humor antes de volver al trabajo. Poco importa lo bien o mal que ejecute su trabajo: su función como individuo es sembrar el malestar en la vida de los otros. Sería feliz de verlos muertos a todos. Trabajarían sin duda con más comodidad sin su presencia en la Oficina de Circunlocución, antes de tolerar su mal humor, lleno de perturbaciones. Envenena la vida en la propia fuente. Mejor es verse arruinado de pronto por un sobrino bribón, que tener que soportar todos los días a un tío obsesivamente malhumorado.

Robert Louis Stevenson: Apología de los Ociosos V

¿Y para qué, por Dios bendito, tantos afanes? ¿Con qué razón amargan su vida y la de las demás personas? Que un tipo publique tres o treinta artículos al año, que termine o deje inconcluso su cuadro alegórico, es cosa que importa bien poco al mundo. Las filas de la vida están llenas, y aunque parezcan cientos, otros vendrán siempre a llenar su vacío. Cuando le dijeron a Juana de Arco por qué no se quedaba en casa haciendo el trabajo que le correspondía a las mujeres, ella contestaba que ya eran suficientes las que estaban para hilar y lavar. Y lo mismo podría decirse de cualquiera, aún con las más raras habilidades. Cuando la naturaleza se muestra tan poco preocupada por la “identidad personal” ¿Por qué deberíamos imaginar que nuestra vida tiene algo de excepcional? Supongamos que Shakespeare hubiera sido golpeado en la cabeza por el coto de caza de sir Thomas Lucy: ¿Hubiera dejado por esto el mundo de marchar, el cántaro de ir a la fuente, la hoz al grano y el estudiante a sus libros? Y ciertamente nadie se habría percatado de tal pérdida. Pocas obras hay entre las existentes, si miramos bien, que valgan lo que vale una libra de tabaco para un hombre de escasos recursos. Solo intento hacer una serena reflexión que sirva para refrenar nuestra soberbia vanidad. Ni siquiera el tabaquero podrá encontrar una excesiva petulancia en lo dicho; ya que aunque el tabaco sea un sedante admirable, las cualidades necesarias para venderlo al por menor no son en sí extrañas ni sobresalientes. Usted puede tomar esto como quiera, pero ¡sí! hay pocas funciones individuales que resultan verdaderamente indispensables. ¡Atlas no deja de ser un tipo sumido en una prolongada pesadilla! Y con todo, es fácil ver comerciantes que trabajan para hacer una gran fortuna y terminar luego en los tribunales por bancarrota; escritorcitos que pasan su vida garabateando pequeños artículos hasta que su mal humor se convierte en una pesada carga para quienes están a su lado, como si se tratara de faraones construyendo alfileres en vez de pirámides; y jovencitos que trabajan hasta decaer, para ser transportados luego en una hermosa carroza fúnebre adornada con plumas blancas. ¿No cabría suponer que el Gran Maestro de Ceremonias les habría susurrado al oído la promesa del éxito? ¿Y que la insensible bola en que se habría jugado su destino era el centro de todo el universo? Y sin embargo, no es así. Las metas por las que ellos regalan su juventud inestimable, pueden ser quiméricas o perjudiciales; la gloria y las riquezas que esperan pueden no llegar nunca, o pueden encontrarlos indiferentes; y así ellos mismos y el mundo en el que habitan resultan ser tan insignificantes que se hiela la mente de solo pensarlo.

jueves, diciembre 01, 2005

De otros archivadores y resacas


Aviones

Cuando pasen los aviones por el aire
sobre el centro de Santiago
Mi hija creerá que estos vuelan tan alto
que no puede alcanzarlos
y seguramente
se reirá y los señalará con sus pequeñas manos
cuando pasen los aviones por el aire
sobre el centro de Santiago
Mi hija no sentirá miedo
sobre su cabeza
ni temerá que "algo sucede"
solo querrá manejar un avión
sobre el centro del planeta.

ABRIL DE 2004



Tú que te fuiste


Tú que te fuiste sin avisarme
cómo te atreviste.
Tú que te fuiste sin avisarme
y me dejaste canosa ante mi juventud
y no te recuerdo
y digo que sí
y todo todo
en tus manos
lo veo retratado en un cuadro.
Pero mis ojos tiesos
se pierden de tanto encontrar
lo que no quiero
que te fuiste realmente
y sin saber
me dejaste
en el lecho de la vida
con una mano adentro y otra afuera
con las ganas de tomar el bus
y partir
a buscar lo que no tienes.
De todos los momentos en la inmensidad
este es el más difícil
simplemente buscarte.


que linda palabra es pistola

que linda palabra es pistola
no es que tenga una, pero me gustaría
para apuntarle a todos
y con aire misterioso y formal decir
¡ey tú!

las pistolas son cosa seria
no es para reirse,
las usan para matar
ellos
sí.

pero tampoco tengo una honda
ni una piedra, ni un palo
y los cuchillos realmente no me gustan.

que linda palabra es pistola
y que bellas se ven
en las manos sin odio
cuando las usan para
regalar flores en maceteros.



Jesús non est

Si entre todos los versos te encontrase
y tu lluvia de melancolía permease mi cerebro
secaría los ríos por tener tu nombre
y tus palabras se irían seguramente por el desague.
Yo en tí no creo
no quiero creer
No quiero despertar y darme cuenta que no estás,
que el polvo se hizo polvo
y la carne de mi carne se hizo humo y se perdió.
No quiero creer que nos abandonaste
que el cuerpo se me parte por el dolor de las noticias públicas
que la ira nace de un balazo bien puesto
por otros
por tí?.
No.
No por tí.
No quiero creer que parte de este planeta se embriaga en tu canto
con libros, con asco.
No.
No por tí.
Si entre todos los versos te encontrase
suplicaría porque estuvieras vivo.


Mi compañero

mi compañero no es el brad pitt
de los noventa,
ni el de los ochenta,
ni el de los setenta.
Pero tiene lo que ya se quisieran todos ellos
tiene sus manos abiertas
para decirme cosas bonitas
y de vez en cuando
me trae un regalo
y mi silba en el oido
juit juiu
mi compañero es buena persona
se rie de los buenos chistes
y se rie de los malos chistes que yo le cuento
tampoco se sabe muy
bien las canciones de moda
pero se aprende las coreografias
y las baila
y aunque no sea de moda
se sabe las canciones
que a mi me gustan
y las construye
y las recita en otras palabras
y me las enseña
para que yo las aprenda
y las cuelgue frente a mi escritorio
eso no se lo vayan a contar
porque el ego
es cosa seria.

sábado, agosto 27, 2005

Letras de Sara J. Linar "Antes de 1999"




Triángulos, cuadrados y muertos.

No pagará la muerte el pecado de la incertidumbre
La traición del saber en sí encierra
la trama de la ignorancia
Ante los pasos débiles del cobarde no
abarca ni siquiera la vida,
el deseo,
el puente
Y después del ocaso
ante la llama fragua una oración latente
conjuro de ríos, oro y miseria
suicidio de la cosmología abierta
frente a frente el hombre penitente
No masturbará la ira del nádir pendular
irrevocable destino en movimiento fatal
Con las heridas abiertas cosechando las tijeras
socavará al traidor de la razón
cuadrados, triángulos y muertos.

De Antes de 1999.


De Dos es mejor

Soy yo
la imagen de un bombero de shorts
de un alguacil arruinado
de un pescador de aves

te vienes envuelto velado
al percance circunstancial
cuando la arena se queda muda
sin oídos
sin cuerdas
al son del nacimiento
de los hijos de caín.

Eres tú
la imagen perfecta de un bombero en shorts
de una película de esas
de un navegador de mares
Yo voy como tu anzuelo
la merienda silvestre
con oídos
con cuerdas de papel
al son de los letreros de la vía pública.


De Antes de 1999.


La sangre más violenta


Aunque me mate o me maten esperando,
o se me congelen los tobillos al caerme,
al avance del sentido le sujeto la conciencia.
Que me nazcan flores en la tumba
que me caiga el mármol en las manos,
porque la firma se me quedó en el tribunal
y la palabra en el silencio,
porque la generación se me pierde
entre fragmentos de historia y tajantes inviernos.
Mas tomar un poco un día
mas dar otro poco otro,
donde no penetra la luz
lo hace la muerte.
Al azar los pañuelos del día
a la derrota la fe en las manos,
hoy hay restricción de paraguas
para que usted señora o señor se moje,
para que el sobreviviente se limpie la sangre
para que se me borren las ideas.
Qué necesidad de violentar el ojo,
al niño el hambre le deguella los sesos
al trabajador lo atropella la micro
al poeta lo persigue el insomnio,
se desgarran los cielos muertos y se me funde el cuchillo,
soliloquio mudo de los cortes meditabundos.
Contra el viento y el vino
contra la roca difusa en el océano
contra las piernas húmedas y la ironía
contra el dolor y la muerte
se debate la poesía
como la política concreta.

De Antes de 1999.



Cero Cinco de Octubre


Enciendo la lámpara
porque la luz asusta al silencio.
Las máquinas se fueron
y no recogieron los pedazos de cemento
que quedaron hace veinticuatro años
cuando comenzaron a arreglar las calles,
y los dejan ahí,
tirados,
ensuciando el pan de los trabajadores,
y los dejan ahí,
tirados y sueltos,
para que el estudiante tenga qué lanzar a la policía,
como si no fuera suficiente
con tener que barrer todos los días la puerta de la casa,
como si no fuera suficiente
con tener que salir de la casa,
a contemplar las vitrinas y los maniquíes (que también caminan,
a contemplar la "situación actual"
que también se quedó tirada,
pudriéndose como los adoquines de la calle,
a someterse a las noticias deportivas,
para que se nos olvide que tenemos historia.
Todo se queda entre el polvo y el derrumbe,
los barcos viejos de Valparaíso,
las citronetas celestes de los abuelos,
las chimeneas de la casa antigua,
los niños chicos de la población,
también mis palabras demasiado gastadas
de tanto gritarlas por las tuberías robadas,
de tanto escribirlas para que se hagan invisibles
porque hay demasiada propaganda electoral
como para se escuchen.
Y entre las vajillas de porcelana
y entre las nuevas rejas de las plazas públicas
y el teléfono ocupado,
la luz avanza,
la luz que se cobra en las boletas de la compañía,
en las boletas que se me pierden en los bolsillos,
junto con las boletas de los bares,
junto con los cincuenta pesos de la micro,
junto con los cigarrillos que se mojaron,
porque además llueve,
y llueve también todo el desorden del mundo,
y llueven también los letreros que son públicos
igual que las plazas y los comunicados,
y se llueven también los libros
en sus ediciones piratas o en sus fotocopias difusas,
y llueve también la mentira,
y se llueven los lápices en divagaciones fracturadas.
Porque todo ayuda al derrumbe,
porque todo se queda en los esqueletos de los árboles,
porque se acaba la tinta del lápiz
y la luz cuesta caro.

De Antes de 1999.





La Boleta de la Cerveza


Rancio el papel y el sentimiento,
se evocan entre los recuerdos y el musgo,
se evocan quebrando el lápiz y los acentos,
envejecen el equilibrio y marchitan la escritura.
Se mece sombría la furia en la cuna,
inmovilizan las manos,
dejando en ridículo las uñas carcomidas,
dejando en evidencia los ojos silenciosos que se aguantan las lágrimas.
Dejé esa noche la boleta de la cerveza dentro de un libro,
me limpié los pastos de la ropa
y la tierra de los zapatos.
Dejé esa noche la paciencia y la cordura adentro del reloj.
Los números de teléfono, los programas de la televisión, los lugares comunes, la inocencia, los libros y los dibujos.
Me guardé la linterna y la palabra en los bolsillos,
me guardé mi cadáver y los cadáveres del mundo en la conciencia.
Porque se moja el pavimento,
porque me golpea el sabor ácido de los carteles,
porque me cortan los pedazos del espejo que se planteó como verdad.
Conozco el papel y el sentimiento,
los ví cruzando la calle a la cervecería,
desnudos, intactos, hostiles,
mordiéndose el uno al otro para levantar rascacielos extranjeros,
haciéndose gestos ciegos para comunicarse los telegramas atrasados.
Giran en declive,
incoherentes,
hasta que pudieron verse directamente,
una vez,
suficiente para apagar las linternas y aterrarse,
suficientes para desangrarse la humanidad
o colgarse de los árboles
o vaciar una botella
y dejarse al amor de las sirenas invisibles.
Empero la cama rota
sacrifica la olla popular,
sacrifica la leña que se des-hace en el aire,
prendí, de paso, el cigarro en los brazos
y me robé un poco de aroma
para embriagar la furia
cuando me ahogue el papel
cuando se apague el sentimiento.

De Antes de 1999.


Mil novecientos noventa y siete

Nunca va a faltar el papel ni la tinta,
tampoco va a faltar el deseo,
y si faltara lo material
existirá la memoria.
Las ganas quizás,
y el terror inundaría,
no habrían esperanzas,
y la contradicción anula el juego de las palabras,
de las que se ríe el vacío.
La tristeza ya se superó,
ahora solo queda el dolor.
Nunca va a faltar el papel ni la tinta
que estampen la incongruencia,
y si faltara existirá la conciencia,
de otras voces,
de otros años,
que maduren en los hijos de la lluvia,
no estarán las raíces añejas
y tampoco soplará el mismo viento.
De las tumbas se arman los catres,
y caminará la confusión que halle el fuego
y cierre los párpados
para que crezca el dolor en la lluvia infinita.


De Antes de 1999.

La Compra


Si a mi cuerpo cuando muera,
el tiempo lo trasformara en coral.

Si cuando muera,
el tiempo no pasara en vano.

Si cuando muera,
el viento y la tierra petrificaran mis huesos.

Si cuando muera,
fuera un pedazo de sangre astuto y escurridizo.

Si cuando muera,
un coral en manos de otro yo fuera,
un coral blanco como la nieve,
un coral áspero como el cemento,
un coral ondulante como el mar,
un coral de suerte en una feria mapuche.


De Antes de 1999.